“No hay dirección única en los pasajes entre el estado de excepción y el Estado-guerra. La política de seguridad global radicalizada tras los atentados del 11 de Septiembre del 2001, inaugura un espacio-tiempo de estado de excepción global y permanente. Este se aplica como paradigma de gobierno, indistintamente de las situaciones, en amenazas de ataques terroristas hasta guerras civiles, en la guerra contra las drogas y contra la delincuencia, o en emergencias económicas, salubres o desastres climáticos. La matriz del estado de excepción se diversifica para atender tanto la gripe porcina en México (2010), la crisis económico financiera en Argentina (el “corralito” del año 2001), el terremoto en Chile (2010), para enfrentar los efectos devastadores del huracán Katrina en New Orleans (2005), para disolver la rebelión de las banlieues (periferias pobres) de las ciudades francesas (2005). El elemento común, más allá de los contextos, circunstancias y territorios, es que en todos estos casos se aplica el estado de excepción como dispositivo de contención y coacción de los habitantes de las periferias pobres de las ciudades. El despliegue del estado de excepción como uno de los paradigmas gubernamentales dominantes de nuestra contemporaneidad está íntimamente vinculado con las lógicas de la guerra social y de la guerra civil que se despliega en las periferias del planeta”.
Pasajes, p. 134.